Hay demasiadas frases hechas como para no repetir ninguna. La literatura y el cine han hecho mucho daño al amor, regalando las palabras de verdad a quien no es capaz de sentirlas, pero ¿qué más da que suene a lo mismo que todos? Hay cosas que solo tienen una forma de ser dichas y que se entienden sin decir nada.
Vacío. Eso es todo lo que puedo decir que siento ahora mismo. No se si estoy triste, si ese vacío lo produce una tristeza infinita por tener la certeza de que ya no había nada más que hacer. No estoy enfadada, no me siento liberada ni aliviada, eso sí lo sé.
La última hora de clase se me hace eterna, no estoy. Agapito vino a despedirse justo en el cambio de clase. Se marchan a Oporto y es la primera noticia que tengo, me dice no se qué sobre la fan esa que nos ha salido y que no se quita la camiseta de nuestro grupo ni para dormir, casi ni le escucho, mi cabeza ya está en otro sitio. ¿Significará algo sumado a que no nos hayamos visto apenas en estos días? Cuando nos vemos tampoco es que las cosas sean como antes y ahora, si se ha despedido de alguien no ha sido de mí. No es que me importe como tal, es una suma de todo y de nada, sobre todo de nada, cuando esperas completa claridad y confianza porque es lo único que te importa y una y otra vez te das cuenta de que no las hay porque ni si quiera entendemos el mundo de la misma manera.
Suena jaleo en los pasillos. Emprendo la vuelta al apartamento pero al final los pasos me llevan a casa. Mis padres están fuera, algún viaje, y puedo dormir tranquila sin que nadie me moleste y sin que suene el teléfono una y otra vez. Por la mañana tengo ensayo, pero no me salen las ganas. En unas horas estará de vuelta, tampoco ha sido para tanto, ¿No? Pero las canciones y todos los recuerdos que me traen le mezclan a él constantemente y solo siento nada, vacío. Respiro aliviada cuando empezamos con la nueva canción de Roge.
Él se pasa por la sala de ensayo, se acerca, me hace alguna carantoña y quedamos para el día siguiente. Ya conozco su modo de pedir disculpas. Nada, y cuanto más espacio ocupa mas crece la certeza que me cuesta admitir.
Hemos quedado en un restaurante del centro. Paso por el apartamento cuando ya se ha marchado para recoger a Winnie, no quiero que me acompañe en el próximo viaje. Lo meto en el bolso y voy para allá. Ni me he cambiado de ropa y para nada voy acorde con el restaurante al que vamos. Si nunca me ha importado hoy menos.
Sonríe y me da un regalo. Nada. Una muñeca, siento de nuevo que no entiende absolutamente nada. Quiero levantarme y salir de allí. Salgo a tomar el aire con la excusa de fumar; dentro del restaurante no se puede. No puedo marcharme. Vuelvo dentro y de camino tira de mí y me saca a bailar. No sé qué canción era, quizá debería acordarme. Mis pies van solos; le siguen de forma inconsciente, conociendo cada paso, cerca de la perfección. Siento miedo por un instante al pensar en no volver a bailar como lo estamos haciendo; me da rabia el haberlo pensado. Entonces me besa. Nada. Solo es perfecto; Ni más seco, ni más húmedo, ni más tierno, ni más brusco, ni más largo, ni más corto. Solo perfecto.
No he hablado en toda la noche, no me sale. Volvemos a sentarnos y pide el postre. Por encima de la mesa me desliza algo en la mano. Siempre lleva esos brazaletes de tachas; les ha puesto mi nombre. Los miro pero quiero seguir ausente, en ese punto fijo y perdido que nos pone a salvo en una especie de limbo inerte en el que ya no sientes, en el que mueres por dentro. No quiero mirarle, no quiero saber si está arrepentido, porque ya no me sirve, no quiero sentir más NADA.
Salimos. Coge la moto, yo le digo que necesito pasear. No me doy cuenta de cómo he llegado a su casa, los pies van solos. Solo queda una cosa que hacer.
Las cajas de mi mudanza aún están metidas en una habitación. No puedo mirarle. Me sigue sin decir nada, yo tampoco hablo, y observa como recojo todo. He llamado a Elena para quedarme en su casa unos días, Lavapiés no queda lejos de aquí y en un viaje puedo llevarlo todo.
Él me ayuda a meter algunas cosas en la última caja sin decir ni una palabra. Yo tampoco hablo, ni puedo ni quiero pensar. Me ayuda a llevar la última caja y se queda mirándome. Me acuerdo de Winnie. Abro el bolso y saco el osito verde. Se lo devuelvo, saco la llave del apartamento de mi llavero y se la pongo en la mano. Rozo su piel un instante y termino besándole una vez más, como en las canciones, como en las novelas, como en el cine, pero de verdad.
Salgo a la calle, llamo a un taxi, llevo lo justo para el trayecto, cuento las monedas; Elena me está esperando, subo las cajas; quisiera ponerme a sacar todo, por hacer algo, pero me siento con ella en el sofá.
Vacío. Eso es todo lo que puedo decir que siento ahora mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario